JUANA
Esperaba el tren
y la nena que se me acercó
tenía tu color de ojos
y tu pelo
y tu piel
se llamaba Juana
y sin embargo
quise que tuviera tu nombre.
Se puso a jugar
con la funda de mi celular
esa que para vos
era mágica
como mis uñas.
Me vio despeinada
y sus dos manitos
corrigieron el viento.
Todo le entusiasmaba
el hueco que formaba la estación
las personas por la escalera
los camiones que se asomaban.
Inventamos historias
para cada personaje
así como vos y yo
inventábamos frases
para cada espejo.
Llegó el tren
y cuando la chica que la cuidaba
la tomó de la mano
para hacerla entrar
la nena me saludó con la ternura
de una amistad espontánea
de un cariño recíproco
y aunque su despedida
no me haya dolido
la tuya hoy
todavía hoy
me lastima un poco.
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